viernes 20 de septiembre de 2024
Edición 395
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Enrique Vargas y la generación perdida:Marco A Oviedo

Enrique Vargas y la generación perdida

Marco A Oviedo

Probablemente en su pueblo se les recordará

como a cachorros de buenas personas,

que hurtaban flores para regalar a su mamá

y daban de comer a las palomas.

Probablemente que todo eso debe ser verdad,

aunque es más turbio cómo y de qué manera

llegaron esos individuos a ser lo que son

ni a quien sirven cuando alzan las banderas.

(Algo personal-Joan Manuel Serrat)

Cuando Enrique Peña fue gobernador del estado de México, apenas contaba con 39 años, y quienes seguimos teniendo fe en la juventud, pensábamos que con la llegada de un gobernante joven las cosas iban a empezar a cambiar en la política mexiquense y la vieja clase política corrupta y demagógica, pronto pasaría a ser parte de un mal recuerdo. Posteriormente Enrique Peña alcanzó el más alto grado de la política nacional y fue electo presidente de la República, y no sólo las cosas no cambiaron sino por el contrario, se alcanzó el punto máximo de la corrupción y la impunidad en nuestro país.

En esas épocas, un joven panista empezó a despuntar en las filas de su partido, Ricardo Anaya, que fue diputado local, diputado federal, presidente del PAN y candidato a la presidencia de la República, con tan sólo 39 años de edad. Sus dotes de gran tribuno y su sagacidad para desenvolverse en la política pronto lo llevaron a escalar hasta la cúspide de su partido, y también este joven se empezó a perfilar como una alternativa para cambiar el anquilosado y corrupto régimen político nacional. 

Hoy, a Ricardo Anaya lo conocemos de cuerpo completo y al igual que Enrique Peña, han contribuido al desencanto y a la pérdida de una generación de jóvenes que pudieron ser la diferencia para nuestro país en esos años, y peor aún, siguen empecinados en encumbrar a esa juventud podrida y altamente ambiciosa de poder y de riqueza.

Una juventud de esos ayeres, que hoy se presentan como políticos profesionales dispuestos a cambiar nuestro estado y nuestra nación, para que ahora sí, hagamos realidad nuestros más caros anhelos de bienestar y prosperidad. 

Uno de estos jóvenes del ayer y político profesional de hoy, es Enrique Vargas, quien empezó su carrera política a la sombra de Marco Antonio Rodríguez Hurtado (en 2006 y actualmente, alcalde de Tlalnepantla); en 2008 trabajó al lado del entonces Secretario de Gobernación, Juan Carlos Mouriño, y desde 2009 a la fecha, ha desempeñado cargos de elección como regidor, dos veces diputado local y dos veces presidente municipal. Trece años ininterrumpidos en Huixquilucan, forjándose como político profesional, para hoy aspirar “legítimamente” a ser candidato a la gubernatura mexiquense para 2023.

Pupilo de Santiago Creel y amigo de Ricardo Anaya y del actual presidente del PAN, Marko Cortés, a Enrique Vargas no le bastó gobernar su municipio por dos trienios seguidos, sino que le heredó la presidencia municipal a su esposa para el período 2022-2024. Probablemente sea un extraordinario gobernante y su esposa probablemente también lo será. Pero un lapso de 15 años dominando el poder en un territorio, se llama cacicazgo.

¿Cómo vive un cacique? Pues un cacique vive en una casota, en un rancho, como el denominado “Rancho Vargas” y pues no se conforma con tener un solo rancho, como el “Rancho Vargas 2.0” que, según notas periodísticas, fue clausurada su construcción el pasado 13 de agosto de 2021. Un cacique también tiene tierras, las que por lo general compra a precios bajos u obtiene mediante despojos a personas sin recursos. Y en sus ranchos, un cacique también tiene caballos, buenos caballos.

¿De qué vive un cacique? Pues un cacique vive en forma opulenta, producto de su esforzado trabajo, pero principalmente de sus jugosos negocios que le reditúan grandes ganancias para darse la vida que dice merecer. Esas ganancias le permiten al cacique tejer una extensa red de amistades con quienes hace negocios o con quienes compra voluntades. Esas ganancias igualmente le permiten hacer campañas políticas o recorrer todo el territorio estatal.

¿Cómo piensa un cacique? Pues un cacique sólo piensa en él y algunas veces en su familia o amigos cercanos (cuando sabe que va a obtener algo). Un cacique es autócrata por antonomasia, es decir ejerce el poder de manera unipersonal y su voz es ley. Un cacique controla a la población de manera clientelar, ya sea con prebendas o través de la violencia. Igualmente controla los recursos para generar una dependencia ante las necesidades de su clientela (llámese población).

Obviamente hay caciques modernos, que hablan de democracia, de mejorar los servicios, de acabar con la inseguridad, de los derechos humanos. Hablan hasta de ayudar a los campesinos, de abatir la pobreza y de combatir la corrupción. Pero lo más seguro es que llegando al poder trabajarán para escalar al siguiente peldaño.

Hay caciques modernos que le juegan a la estrategia. Van a las fiestas de personajes como Jorge Hank o se reúnen en un rancho con Arturo Montiel y Erwin Lino. Buscan hacer acuerdos en lo oscuro como con Ana Lilia Herrera. Presionan a sus dirigentes como a Marko Cortés, hasta el punto de poner en riesgo la elección más importante de los próximos años, y todo por obtener la preciada candidatura a la gubernatura del estado de México.

Pero aún con todo lo anterior, sigo teniendo una gran fe en la juventud; en la juventud de hoy y en la juventud del mañana. Y ojalá esa juventud vea y analice el comportamiento de esa generación perdida de jóvenes del ayer que hoy ambicionan el poder a toda costa. Ojalá que nuestra juventud que decida dedicarse a la política lo haga por convicción y no para convertirse en profesionales de la política; porque un profesional de la política vive de la política y de ella se sirve para enriquecerse.

Hombres de paja que usan la colonia y el honor

para ocultar oscuras intenciones

tienen doble vida, son sicarios del mal

entre esos tipos y yo hay algo personal

(Algo personal-Joan Manuel Serrat)

marcoov57@yahoo.com.mx