El 11 de enero de 1967, la Ciudad de México vivió una de las pocas nevadas documentadas en su historia reciente. Este acontecimiento marcó la última vez que la capital del país se cubrió de blanco, un evento excepcional para una región caracterizada por su clima templado. Según registros históricos, durante el siglo XX ocurrieron solo tres nevadas significativas en la CDMX: en 1907, 1920 y la mencionada de 1967.
Un amanecer diferente
Esa madrugada, las temperaturas descendieron hasta los -4 °C, lo que permitió la caída de nieve durante las primeras horas del 11 de enero. Al amanecer, los capitalinos se encontraron con un paisaje insólito: calles, monumentos y edificios emblemáticos, como el Ángel de la Independencia, el Palacio de Bellas Artes y la Diana Cazadora, cubiertos por una capa blanca. La nieve alcanzó hasta ocho centímetros de espesor en zonas urbanas como San Ángel y el Zócalo, mientras que en áreas altas, como el Ajusco, llegó a 40 centímetros.
Contrastes y desafíos
Aunque muchos aprovecharon el fenómeno para jugar, construir muñecos de nieve y disfrutar del paisaje, no todo fue diversión. Personas en situación de calle fueron trasladadas a albergues temporales, y algunas carreteras se volvieron intransitables debido a la acumulación de nieve, lo que obligó a realizar rescates en ciertas zonas.
Un fenómeno que no se repite
Desde aquel 11 de enero, la Ciudad de México no ha vuelto a experimentar una nevada de tal magnitud. Este evento extraordinario no solo dejó imágenes memorables, sino que también se convirtió en parte del imaginario colectivo de una ciudad que, aunque no es ajena al frío, rara vez recibe visitas del invierno en su forma más pura.